En este día, domingo, elevemos una oración a nuestro Señor para que siempre nos mantenga unidos como familia y nos de fuerza para realizar las actividades que nos esperan.

Santiago 1:17 Todo lo que es bueno y perfecto desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento.

Con el poder de la sangre de Jesús sellaré todo aquel que me quiera herir, lo pongo en tus manos benditas porque sé que tú no permitirás que nada ni nadie me lastime. Solo tú puedes tomar parte de mi vida, mi familia, mis amigos y todas las personas que amo. Guárdalas de todo peligro e influencia del enemigo. Que nada malo nos suceda y si llegará a pasar, ayúdanos a salir adelante.

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Con tu poder romperé toda interferencia y acción maligna. Te pido que envíes a mi hogar, a mi trabajo y a cada uno de los lugares al que voy la presencia de tu Espíritu Santo. Esa fuerza que viene desde las alturas y que siempre nos ayuda, ilumina nuestros pasos y guía mi caminar. Protégeme con tu manto y apártame de toda mala intención y de aquellas personas que solo piensan en hacer el mal sin justificación alguna.

Nuestro Señor quiere que entendamos lo que es bueno y perfecto. Él no quiere que sepas que tienes buena salud; sino que puedes tener una salud perfecta. No te quedes con un buen trabajo; sino con el trabajo perfecto. No quedarte con un buen matrimonio, sino con el matrimonio perfecto. Tampoco con que tengas una buena vida; sino una vida perfecta. Solo tú te darás cuenta que esto existe cuando grites a los cuatro vientos que existe la luz y lo que tanto estabas buscando estaba delante de tus ojos, solo necesitaba ser iluminado.

Es por eso que solo con su amor y protección nuestro hogar estará a salvo, mi familia y todas las personas que entren a mi hogar, así como los alimentos que todos los días pone en mi mesa y los bienes que muy generosamente me has enviado, Señor. Te pido que nunca nos abandones y danos las señales de cómo es que podemos recompensarte por todo lo que has hecho por tus hijos.

Dios santo, que estás más allá de nuestro entendimiento: en tu palabra, la luz salió de las tinieblas. Gracias por darnos tu misericordia durante nuestro descanso nocturno, nos diste un nuevo amanecer para glorificar tu bondad y ofrecerte nuestras súplicas.

A tu nombre empezaré este día y haré todo lo posible para que mis acciones te honren y a tu voluntad. Concédenos las peticiones que te hemos hecho porque ellas nos conducen a la salvación. Danos la gracia para demostrar que somos hijos de luz y del día, y herederos de tu eterna recompensa. Derrama tu misericordia sobre nosotros para mantenernos salvos en cuerpo y alma, y nunca fallarte.

Con tu gran misericordia sella la tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes, pisos y el aire que respiro junto a los míos, porque sé que viniste a este mundo para salvarme del pecado, para darme vida en abundancia. Poner a tu hijo en la cruz y que yo lo viera no fue en vano, fue para que pueda vivir con la fe de saber que tú cuidarás de mí y de mi familia, que me abrazas con mucho amor y me proteges de todo mal.

Padre mío con tu amor quiero sellar mi mente y mi corazón, para que todo lo que pienso y siento, sea bajo tu dirección. Arranca de mí los rencores y los malos pensamientos, protégeme de las envidias y odios que el enemigo quiere sembrar en mi vida. Aleja de mí todo lo que viene de su mano y llévame contigo todos los días hasta el último segundo de mi vida.

Te agradezco por su infinito amor y misericordia, por hacer que tu hijo de la vida por mí y por cada uno de los que creemos en ti, si no hubiese pasado ese sacrificio tan gran de amor, mi vida no estaría preservada por la sangre de Jesús. Quédate conmigo desde ahora y para siempre.

En esta oración y como todos los domigos espero me escuches, te lo pido en nombre de Jesús.

Amén.

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